Un verbo agazapado tras los muros de los labios, oscureciendo la sombra del mismo silencio, agazapado, en la débil voz de las mañanas sín fé (de quienes cierran sus ojos a la claridad del inicio...), como si herido el tiempo y empapado de errores, se reconstruyera, solo, en el simple pestañeo del olvido...
La no memoria mata el verbo, y él, permanece agazapado tras rocas de indiferencia, como si saberse enmudecido lo protegiese de sus propias debilidades, o de la incertidumbre de ser solo hoja al viento, o solo viento, desmenuzando las mismas hojas...
Raquel Martinez.